El verdadero espiritu del Bonsái

  Bonsai “Akirafutokoro Prince” (706 AD), Ritsumeikan University

El arte del bonsái tiene sus orígenes en China. Los primeros datos sobre el bonsái como tal los encontramos en la dinastía Han (215-206 a.C.), de allí pasó a Japón, desde donde se difundió al resto del mundo. No obstante, ya en el antiguo Egipto podemos observar jeroglíficos que bien pudieran representar a los ancestros de nuestros bonsáis. Pero lo importante aquí no es ajustar su cronología, sino el descubrir su esencia.

Bonsái es una interpretación libre del ideograma japonés que significa “árbol en bandeja para ser admirado con su trozo de naturaleza”. Y, eso es lo que pretende nuestra asociación y su museo de bonsái, englobar estos conceptos definitorios de la palabra Bonsái: naturaleza, botánica, poesía y espiritualidad.

Para nosotros, cultivadores, el bonsái en su sentido más profundo responde al deseo incontenible de preservar las imágenes que impresionan nuestra retina en los paseos por los paisajes naturales.

Los bonsáis son seres vivos independientes y libres como el resto de plantas y animales.

En nuestro acercamiento y en la apropiación que hagamos de ellos, debemos observar el mayor respeto y conocimiento de sus necesidades, ya que una torpeza o negligencia por nuestra parte podría acabar con una vida que en algunos ejemplares puede abarcar varias generaciones.

El bonsái no es una especie de árbol, sino que todas las especies son susceptibles de convertirse en bonsái, de idéntica forma, si a un bonsái lo plantamos en el campo, llegaría a alcanzar la misma altura que sus hermanos de la naturaleza.

Llegados a este punto, creemos que habrán comprendido que un bonsái no es un mero objeto de decoración, que necesita vivir al aire libre y no en el salón de casa, donde estaría condenado, irremediablemente a una muerte lenta y silenciosa, no por ello menos agónica.

Su posesión exigirá de ustedes la dedicación y minuciosidad suficiente para garantizar su vida; a cambio él les hará estremecer con la brotación y  floración en primavera, sus frutos de verano, el rumor del viento en sus hojas, la diversidad cromática del otoño y la quietud de la nieve sobre sus ramas en invierno.

Ese es el verdadero espíritu del bonsái.